El séptimo día del séptimo mes…Tanabata
Uno de los festivales más importantes y desde luego el más romántico de todos es este, celebrado cada 7 de julio, el conocido como Festival de Tanabata.
La tradición es la de colocar varas de bambú recién cortadas en los tejados de las casas o ponerlas en el suelo cerca de las viviendas y a cada rama se le pegan tiras de papel de color azul, rojo, amarillo, verde y blanco con tradicionalmente poemas de amor y alabanza, actualmente deseos de cada uno.
Mito
El festival hace homenaje al precioso mito de amor entre Orihime y Hikoboshi.
En varios países existe la historia mítica de Tanabata. La de Japón proviene de China.
Orihime, hija del dios del Firmamento, era la encargada de tejer para su padre los mejores trajes y apenas tenía tiempo para el amor, algo que le preocupaba, pues quería conocer qué era y en qué consistía ese sentimiento.
Un día, Orihime, se cruzó con un pastor llamado Hikoboshi y el flechazo fue instantáneo. Tras las súplicas de la hija a su padre este permitió la unión de los dos en matrimonio. Los dos jóvenes se amaron tanto que perdieron la noción de todo lo que les rodeaba. Se amaron sin límites y sin medidas, hecho que enojó mucho a su padre. Orihime ya no tejía hermosas telas para él, y Hikoboshi se olvidó de su ganado; algunos de sus animales pastaban descuidados por la Alta Llanura Celestial y otros tantos murieron muchos por falta de cuidados. El castigo a tanta pasión fue muy duro. Obligó al matrimonio a vivir separados para el resto de la eternidad, dejando a cada uno a diferentes lados del Río Celestial, La Vía Láctea.
La hija lloró tanto que su padre le permitió ver a su marido un único día al año, el séptimo día del séptimo mes, siempre y cuando los dos cuidaran su trabajo. Al llegar al primer encuentro fueron conscientes de que no podían llegar al otro lado de la orilla en la que se encontraba su amante. Ante el desconsuelo de Tanabata acudieron una bandada de pájaros y le prometieron a la princesa hacer un puente con sus alas para llegar hasta los brazos de su amado. Los pájaros prometieron volver cada año para facilitar el encuentro entre los dos amantes.
Cuentan que, si el tiempo es favorable, esa noche las estrellas, Lyrae y Aquila, brillan con cinco colores diferentes: azul, verde, rojo, amarillo y blanco.
Tradición
Lo cierto es que es una celebración procedente de la tradición china Qi-xi.
En Japón se hizo popular a principio del Período Edo (1603-1868) y fue expandiéndose y ganando fama con el paso de los años, aunque tras la Primera Guerra Mundial, como otras tantas cosas, perdió tanta popularidad que estuvo a punto de desaparecer. Una serie de voluntarios reavivaron el festival, pero de nuevo, con la Segunda Guerra Mundial hubo otro parón.
Por suerte, en 1946 volvió a celebrarse con éxito y un año más tarde, en 1947 el éxito de la celebración fue rotundo, consolidándolo hasta la actualidad como uno de los tres festivales más importantes de verano.
En la actualidad
Como podéis imaginar se ha convertido en una atracción turística que además es complementada con un festival de fuegos artificiales que se celebra el 5 de agosto.
En las tiras de papel de bambú no solo se escriben poemas de amor, sino también deseos que llamen a la buena suerte y a la felicidad.